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Argemiro Díaz Moreno, el escultor que cinceló el alma Boyacense

El cincel que ahora esculpe las esculturas del infinito. La Palestra informa

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04/24/2025

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El maestro Argemiro Díaz Moreno y su mágico cincel. Fotografía Archivo particular.

En las calles de Duitama, donde sus rincones guardan secretos del pasado, hoy sopla una brisa de melancolía.

Ha partido el maestro Argemiro Díaz Moreno, escultor de silencios y memorias, artista del alma, cuya vida fue un poema esculpido en mármol, bronce y fe.

Nacido un 23 de septiembre de 1962 en Gramalote, Norte de Santander, Argemiro llegó siendo niño a Duitama, tierra que más tarde sería el lienzo donde tallaría su legado.

En su juventud, entre remiendos y cuero, se formó como zapatero, pero el destino ya le tenía guardado otro oficio: el de modelar la eternidad con sus manos.

Su vocación floreció en los talleres del maestro Víctor Manuel Zambrano, con quien aprendió los secretos de la cantería, la talla y la escultura. Allí, entre cinceles y polvo de piedra, germinó su alma de imaginero, creador de imágenes que trascienden el tiempo.

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La escultura en homenaje a César Rincón que elaboró junto a un colectivo de artistas de La Perla. Fotografía Archivo particular.

Durante seis años fue discípulo fiel, hasta que tomó vuelo propio, dedicando con pasión a restaurar y crear esculturas religiosas que devolvía la dignidad al rostro de lo sagrado.

Aunque inició estudios de licenciatura en artes en la Universidad de La Sabana, no pudo culminarlos por dificultades económicas, pero su verdadera academia fue la vida, el taller, la calle y el fervor con que moldeó su obra. Porque el arte que brotaba de sus manos no se enseñaba: se sentía.

De él se dice que era un hombre sencillo, afable, un ser de pueblo y de palabras cálidas, como las que tallan sin herir.

Su obra, vasta y sentida, habla por él en cada rincón donde dejó su huella, como el busto de Joaquín Sáenz, en Santa Sofía, el busto de Marcelino Gilbert, en la Escuela de Policía Rafael Reyes, Santa Rosa de Viterbo, el busto del Cacique Tundama, símbolo eterno del Instituto de Cultura y Bellas Artes de Duitama – CULTURAMA.

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Cientos de niños y jóvenes de todo el país, guardan como reliquia el trofeo del Cacique Tundama entregado cada año en el Festival Infantil y Juvenil. Fotografía Archivo particular.

Los Trofeos del Festival Nacional de Música Cacique Tundama y de la Zocán Departamental de Artes Plásticas, joyas del espíritu cultural de la región, la escultura del Emperador, imponente en Duitama, el busto de José Serrano, el busto de Daniel Murcia en Santa Marta, el homenaje al escultor Laureano Pedraza, en la intersección de la carrera 16 con calle 15, en Duitama y la burlada escultura al torero César Rincón, en conjunto con otros artistas, entre muchas otras.

Más allá del mármol y el yeso, Argemiro esculpió algo crecientemente perdurable: una identidad y su obra se convirtió en espejo de los pueblos, en canto de las calles, en oración de piedra.

Fue artífice del recuerdo colectivo, guardián del patrimonio invisible que nos da sentido y de muchas otras iniciativas con las que el arte y la memoria cobraron vida para siempre.

Hoy, la comunidad artística y cultural de Boyacá lo despide con un nudo en la garganta y gratitud en el alma porque su figura se ha ido, pero su arte queda firme, vivo e invencible.

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