Hablar del maestro Ramón Calzadilla es recordar un corazón puro de La Habana galopando por el universo.
Ramón Calzadilla nació en La Habana, Cuba, el 8 de enero de 1934; fue considerado como el más fiel representante del género lírico del siglo XX en América Latina y gran parte del mundo.
Su padre, químico, azucarero, docente de profesión y músico ejecutante del trombón de vara; quien murió a los 37 años de edad a causa de tuberculosis, y su progenitora una mujer de origen campesino quien trajo a tres hijos al mundo, también falleció a muy temprana edad cuando apenas tenía 43 años, tras un cáncer fulminante.
El aplaudido barítono adelantó estudios con el director italiano Arturo Bovi, quien lo inició en el mundo de la ópera y le dio las bases de lo que sería un futuro prominente en la música clásica. Después de Bovi, Calzadilla continuó perfeccionando su talento con la contralto María Pisarevskaya.
Sus maestros y tutores consideraron que era tiempo de impulsar su carrera profesional y el gobierno revolucionario le otorgó una beca para estudiar canto en Italia y Rumania, muy pronto su popularidad se hizo visible y su voz se impuso en diferentes escenarios del mundo, entre los que se cuentan más de treinta y cuatro países de cuatro continentes respectivamente.
El talento vocal, su histrionismo y presencia escénica lo llevaron a obtener en 1960 el primer premio del Concurso Internacional de Canto Beniamino Gigli, el premio en el concurso Ciudad de Roma en Italia; en 1962 el premio del Concurso Internacional de Canto en Toulouse Francia, época en la que obtuvo en Italia un reconocimiento a su voz, entregado por el legendario vocalista Tito Schipa.
En su país forjó una destacada historia musical con la realización de recitales por toda la isla, así como la grabación y producción de programas de radio y TV, acciones que lo catapultaron en su natal Cuba como uno de los orgullos de ese país con trascendencia mundial.
Los libros y escritos que reposan en varias bibliotecas de Cuba y del mundo describen la vida de Ramón Calzadilla, catalogándolo como el cantante lírico más importantes de la segunda mitad del siglo XX y el barítono con una de las carreras internacionales más notables y brillantes.
Grabó varios discos promocionados y vendidos en América Latina que incluyen temas como: Miedo al desengaño, Nunca te lo diré, Qué haré sin ti, entre otros. Su admirable carrera musical, su desempeño actoral en las tablas, interpretando papeles principales en memorables óperas, fue apoteósico.
Trabajó en teatros de ópera y se presentó en salas de concierto en Cuba, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Polonia, Italia, España, México y fue profesor de canto en la Escuela Nacional de Arte ENA. En 1977 fundó el departamento de canto del entonces Instituto Superior de Arte ISA, labor que desempeñó durante más de una década.
El maestro Calzadilla también entregó su vida a la lepidopterología, así lo evidencia la colección de mariposas a las que, también, dedicó gran parte de su tiempo, compartiendo su afición con su esposa y sus hijos.
El maestro Calzadilla fue piedra angular en el desarrollo del arte lírico en varios países de América Latina, donde se destaca la consolidación de la Nueva Ópera de Colombia y sus labores como docente en el Centro Morelense de las Artes, en Cuernavaca, México, país donde impartió talleres y clases magistrales a lo largo y ancho de su amplia geografía.
Ramón Calzadilla adelantó una trascendental labor pedagógica en Colombia, país que escogió para pasar parte de los años más gloriosos de su vida, donde educó la voz de muchos cantantes del género masculino y femenino, a quienes llevó y proyectó a escenarios internacionales.
Por su estrecha amistad con el cantautor y gestor cultural José Ricardo Bautista Pamplona, el maestro Ramón Calzadilla hizo parte de la producción discográfica que llevó el bambuco de Héctor José Vargas a la categoría de Himno Popular de la tierra libertaria, iniciativa del gobernador de la época José Rozo Millán que contó con la dirección del maestro Raúl Rosero Polo.
De la misma manera el maestro prestó sus servicios profesionales al Instituto de Cultura y Bellas Artes de Duitama, Culturama en el año 2007, a donde asistía los sábados junto a su “pupila” la soprano Amalia Avilan, una de las intérpretes más sobresalientes de la ópera en el mundo, para brindar instrucción a los cantantes que, tras su presencia, acudían de diferentes ciudades del departamento para lograr un espacio con el admirado barítono.
En 2008 y 2009, la entonces Secretaría de Cultura y Turismo de Boyacá lo contrató para que hiciera el mismo ejercicio de perfeccionamiento vocal a cantantes en diferentes provincias del departamento en el marco del programa «Plan Piloto de Formación Artística de Boyacá» acción que se replicó en otras ciudades del país.
En su residencia en la capital de la república y con la compañía de su inseparable esposa atendía a los vocalistas que, con paciencia y esperanzadores propósitos, hacían fila para que el maestro pudiera agendar un instante, audicionar con él y ponerse en sus manos.
Un hombre de corazón generoso, franco y sincero para definir con autoridad lo que estaba bien y lo que andaba mal, cuando de canto y expresión vocal se trataba, por eso a sus estudiantes les hacía poner los pies en la tierra para que antes de protagonizar shows y espectáculos, cantaran de manera consciente y responsable, por respeto a ellos mismos y al público.
Admirador de los «versos con alma» cómo les llamaba, aseguraba que «el verdadero cantante no es el que canta más alto ni más fuerte, sino el que logra con su registro y su cadencia atrapar y embelesar el corazón de quienes lo escuchan».
«El canto y sus secretos» entre muchos otros escritos publicados por las más importantes editoriales del mundo, salvaguardan los secretos del maestro Ramón Calzadilla, así como gran parte de su misteriosa y acertada metodología con la que hacía cosas fenomenales en la transformación y evolución acelerada de sus estudiantes.
El maestro Ramón Calzadilla falleció a sus 90 «calendarios» el pasado 13 de abril de 2024 en Cuernavaca, México, donde residía desde hace varios años.
Paz en su tumba, y a su espíritu que trascendió al espacio infinito, gratitud perenne por el calor de tan inigualable compañía y el recuerdo de sus sabias y reposadas enseñanzas.
Disfrutemos aquí de la voz y el regazo cadencioso del gran maestro.
Obra: Júrame de María Grever en la voz de Ramón Calzadilla
