El historial no se pueden borrar con un «click»

El conocimiento del historial de las entidades, regiones, ciudades, países y personas es de suma importancia en varios ámbitos, ya sea en el mundo empresarial, político, académico o personal.

Conocer el histórico nos lleva a hacer un análisis cierto y sin especulaciones sobre lo que ha sucedido y nos aproxima a la verdad, toda vez que el resultado de lo que han hecho unos y otros es finalmente el sumario que arroja realidades.

Saber el historial de una entidad, ya sea una empresa, una organización, un gobierno o cualquier otra, permite tomar decisiones informadas y estratégicas, porque al comprender su trayectoria, sus éxitos y fracasos pasados se puede prever tendencias y evaluar riesgos potenciales; lo mismo ocurre con las personas a quien a veces se les olvida el inventario de sus ejecutorias, e incluso juzgan con venenoso rasero a quien hace cosas muy similares a las que ellos han hecho incluso peor en el pasado.

Estudiar con responsabilidad los historiales facilita identificar patrones y tendencias a lo largo del tiempo, asunto esencial para comprender cómo ha evolucionado, qué factores han sido determinantes en su desarrollo, cuáles han sido los obstáculos que han impedido los avances, cuales sus fortalezas y amenazas y qué hacer para mantener, recuperar o potencializar los trabajos que conducen al éxito.

El historial proporciona información inestimable para evaluar riesgos y oportunidades; por ejemplo, en el caso de una inversión, entender la estabilidad mutualista y el rendimiento pasado ayuda a predecir su viabilidad futura y consiente, saber cuáles desaciertos han llevado al estancamiento financiero para no repetirlos, o peor aún criticarlos y denunciarlos mientras se actúa de manera incorrecta, lesiva y con desconocimiento arrogante.  

El estudio del historial también proporciona oportunidades de aprendizaje y nos ajusta al análisis para comprender errores pretéritos y por supuesto ayuda a evitar repetir aquellas cosas que han sido dañinas y que no han tenido éxito o caso contrario, cuáles han sido los aciertos y como se pueden replicar e incluso superar para bien de la institucionalidad.

Las entidades, ya sean empresas, instituciones gubernamentales, organizaciones sin fines de lucro o incluso comunidades, tienen una historia que forma parte de la memoria colectiva y conocer y preservar esta tradición es esencial para comprender una identidad agrupada y las lecciones aprendidas a lo largo de los calendarios.

A menudo se cree que quienes llegan a los cargos llámense públicos o privados son emperadores con una varita mágica para hacer el, a veces peligroso, “borrón y cuenta nueva”, olvidando aquel cálculo que reza: “Los hombres pasan y las instituciones quedan”, proverbio cierto que nos llama a recapacitar y entender que cualquier persona que obtenga una posición cargo o liderazgo, debe saber y conocer lo que a lo largo del tiempo se ha hecho y ante todo tener claro, que la historia no empieza con ellos.   

El árbol de pera que nunca ha dado limones, jamás dará limones y eso es un ejemplo de cómo algunos líderes insisten tercamente en querer cambiar realidades naturales para ajustarlas a sus egos, engreimientos, odios, rencores y caprichos, haciendo caso omiso a un santoral de ejercicios, sucedidos antes de su impetuoso arribo.

Querer perpetuar en el tiempo el nombre es propio de esas personas vanidosas que están pendientes de que sus apellidos queden grabados en placas de piedra, así la gente los haya borrado de su corazón.

Esforcémonos, entonces, por dejar huella en el imaginario colectivo del tiempo y que nuestras operaciones, más que alimentar el ego y la vanidad, protejan los intereses comunitarios, así el pago no sea el deseado; pero muy seguramente la recompensa vendrá de quien menos se espera.

Ser respetuosos de la historia nos aproxima a entender con más claridad las realidades.