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El nocivo hábito de maldecir por todo

May 19, 2025

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Hay personas que, como si vivieran bajo una nube perpetua, maldicen por todo y contra todos.

Maldicen si llueve, porque se mojan; si hace sol, porque el calor las fastidia. Maldicen si tienen trabajo, porque se sienten explotadas; y si no lo tienen, porque el mundo no les da oportunidades. Maldicen si comen pollo todos los días, y también si no tienen nada para comer. No importa la circunstancia; siempre encuentran un motivo para renegar.

Se trata de individuos atrapados en una espiral de inconformidad que termina por intoxicar no solo su existencia, sino también la de quienes los rodean.

Y no estoy hablando aquí de una crítica legítima o una justa protesta frente a una realidad adversa. No. Hablo de esa costumbre malsana de cargar cada conversación con veneno y todo comentario con una sombra tan lóbrega, que termina por opacar todo lo que brilla,

Personas cuya negatividad se ha vuelto un hábito, una forma de vida, y como todo hábito, se vuelve invisible para quien lo cultiva, pero insoportable para quienes lo padecen desde afuera.

Realmente son personas que no construyen, destruyen. No iluminan, oscurecen. Llevan consigo una mala vibra que no se contenta con quedarse en su espacio personal y por lo general, busca instalarse en el ambiente, filtrarse en los pensamientos ajenos, sembrar molestia, rabia o frustración y más bien, son como humo en una habitación cerrada, porque dificultan la respiración emocional, ennegrecen la luminiscencia, irritan por oficio.

El hábito de maldecir constantemente es un veneno lento, un auto-sabotaje, porque el que vive maldiciendo se condena a sí mismo a no ver jamás la belleza en lo simple, a ignorar la gratitud, a perderse del gozo pequeño pero real que puede encontrarse incluso en medio de las dificultades, y peor aún, arrastra a los demás en su caída emocional, contaminando los espacios compartidos con su amargura.

No se trata de fingir felicidad ni de practicar un optimismo ingenuo, se trata de no convertir la queja en bandera, la pena en credo, la maldición en discurso diario, de entender que las palabras tienen peso, vibración, energía y que un vocablo mal dicho o un lamento al viento, puede afectar más de lo que se cree.

Cultivar el silencio, la reflexión y la palabra positiva es un acto de higiene espiritual, por lo que resulta muy oportuno rodearse de personas que eligen ver lo bueno incluso en lo adverso, es una necesidad vital, ya que esos seres que no inspiran, arrastran y quienes lloriquean por todo no ayudan, detienen la marcha de los que vamos caminando concentrados hacia la meta.

El lenguaje configura el pensamiento, y el pensamiento moldea nuestra realidad, por eso quien vive maldiciendo, termina creando un mundo en ruinas, incluso si a su alrededor hay jardines, y lo más triste, pretende que todos compartamos esa visión sombría.

Por eso, rodearse de personas que eligen ver con otros ojos, que agradecen aun en medio de la tormenta, que avanzan sin renegar del camino, es un acto de salud emocional.

Y… cuando aparezca el maldiciente experto, lo más sabio es no engancharse en su juego de sombras, porque al final, vivir quejándose es fácil; lo valiente es agradecer y lo útil es construir.  Inspirar…

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May 19, 2025

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