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El periodismo, entre la vocación, la sostenibilidad y la degradación

Jan 7, 2025

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Más que una profesión, el periodismo es un imán que atrae al verdadero experto de las comunicaciones hacia lo humano.

Es un llamado que conecta al profesional con las historias de vida, con la empatía y con la capacidad de ser un puente entre las necesidades de las comunidades y las soluciones que estas requieren; es, en esencia, una labor sensible, un oficio noble que se nutre al compartir las alegrías, las dolencias y los desafíos de personas y naciones.

El periodista auténtico entiende que su trabajo es un servicio público, una herramienta para visibilizar lo invisible, para amplificar las voces silenciadas y para celebrar los logros de aquellos cuya visión y esfuerzo transforman el mundo, porque es un área que, en sus raíces más profundas, busca construir, unir y promover justicia y equidad.

Sin embargo, no todos responden a esta vocación con la misma integridad y, desafortunadamente, existen quienes desvirtúan el propósito del periodismo, convirtiéndolo en una herramienta de poder manipulador y control indiscriminado.

El periodista, camorrista, más que informar, genera división y desconfianza, y en lugar de cristianizarse en un catalizador de cambio efectivo, se transmuta en un títere del poder, alimentando narrativas que buscan intimidar y dominar a imagen y semejanza de su vanidad y su ego, porque sus acciones no nacen del respeto a la verdad, sino de una búsqueda afanosa de protagonismo o de la enfermiza necesidad de ser temido, atendido, adulado, reverenciado y complacido.

¿Cuántas historias valiosas, aquellas que construyen y reconfortan el tejido mutuo, son relegadas por darle prioridad al morbo, al escándalo o al sensacionalismo que promete mayores audiencias? Noticias que podrían inspirar y transformar se quedan archivadas mientras las cámaras, las plumas, los micrófonos y los titulares se enfocan en la controversia, la calumnia o aquel abucheo feroz, que destruye en segundos la integridad construida a pulso por una persona durante décadas.

Peor aún, ¿cuántos líderes anónimos que trabajan incansablemente por el bien común, permanecen en la sombra porque las crónicas que narran sus esfuerzos son etiquetadas despectivamente como “noticias rosas”? Historias, consideradas menos rentables o llamativas, son sacrificadas en nombre de un periodismo que parece haber perdido el norte y se resbaló hacia el abismo de lo chabacano, lo anodino y lo vacío.

¿Y qué decir de aquellos “periodistas” que llegan a las entidades con el micrófono en una mano y la cuenta de cobro en la otra? “Corresponsales” que representan una traición a los principios del oficio, reduciendo la labor informativa a una transacción comercial, dejando de lado la pasión, la ética y el adeudo con la verdad.

El periodismo enfrenta un reto monumental, y regresar a su esencia es urgente, porque más allá del espectáculo y del ruido mediático está la necesidad de contar historias que enriquezcan, que unan y que despierten lo mejor de la sensibilidad humana, porque la profesión no es un fin en sí mismo; es un medio para construir una sociedad más informada, más ecuánime y, en última instancia, más compasiva.

Desde sus primeros pasos en la imprenta de Gutenberg hasta la revolución digital del siglo XXI, el periodismo ha sido testigo y protagonista de los cambios más reveladores en la historia de la humanidad y en sus inicios, los boletines manuscritos y primeros periódicos servían para transmitir noticias locales y crónicas de guerra. Con el tiempo, estas plataformas evolucionaron hasta evangelizarse en pilares fundamentales para la democracia, denunciando injusticias, exteriorizando voces diezmadas y promoviendo el debate público.

En la era de la hiperconectividad, el periodismo afronta retos sin precedentes por cuanto la proliferación de noticias falsas, el sesgo informativo y la comercialización de la noticia de algunos medios, ponen en peligro su credibilidad y su función social. Además, los periodistas se enfrentan a riesgos constantes, desde amenazas, suspensiones, cierres y censura, hasta la violencia física en regiones y estamentos, donde ejercer a cabalidad la tarea y “tocar” a los “intocables” es casi un acto suicida. 

Estamos de frente a la llegada de oportunidades invaluables, como el caso de las tecnologías digitales que permiten un acceso más rápido y amplio a la información, al tiempo que abren espacios para nuevos formatos expresivos y una mayor participación ciudadana en el proceso informativo.

Sin embargo, y entendiendo la responsabilidad del ejercicio, la sociedad debe comprender que hacer un periodismo serio, pedagógico e innovador, como el que el mundo necesita en estos tiempos de cambio, no es solo una cuestión de pasión y compromiso, sino también de sostenibilidad económica, porque la creación y mantenimiento de sistemas informativos implica retos considerables, como garantizar recursos tecnológicos, talento humano capacitado y la infraestructura necesaria para llevar contenidos de calidad a las audiencias.

Un periodismo comprometido con la verdad, la educación y el crecimiento intelectual y humano, no puede existir sin un modelo financiero sólido que lo respalde, y estas empresas, como cualquier otra, requieren capital no solamente para su maniobra operativa, sino también para invertir en innovación, investigación y en la generación de empleo digno y estable para periodistas, diseñadores, reporteros gráficos, técnicos, analistas y todo un ecosistema de profesionales que hacen posible el flujo informativo.

En este contexto, es fundamental que todos entendamos que las empresas periodísticas, especialmente las independientes, enfrentan luchas aún mayores al competir en un mercado dominado por conglomerados mediáticos y plataformas digitales que muchas veces priorizan el sensacionalismo y la viralidad por encima del contenido sustantivo. Estas empresas como las demás del mercado no solo necesitan sobrevivir, sino también crecer y fortalecerse para cumplir con su misión de informar con ética, profundidad y equilibrio.

Por ello, la denominada pauta publicitaria debe cambiar y transformarse en alianzas estratégicas para no ser concebidas como una simple transacción o publicación de un póster promocional para el posicionamiento de marca, sino como una poderosa herramienta para generar valiosos contenidos que lleguen de manera efectiva a quienes los consumen, fundando el crecimiento exponencial de audiencias y el cumplimiento cierto de metas y objetivos misionales de manera conjunta.

Las alianzas informativas, además de llegar de manera contundente a las colectividades, permiten financiar investigaciones, ampliar equipos de trabajo y asegurar la calidad de los contenidos, logrando un impacto a mayor escala, que, sin duda alguna, permite que el verdadero periodismo se ejerza de manera correcta y vaya sanando hondas heridas que han dejado las malas prácticas, así como los abusos y el manoseo de los que ha sido víctima tan preclara profesión, la misma que muchos quieren ejercer sin estudiarla.  

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El periodismo, entre la vocación, la sostenibilidad y la degradación

Jan 7, 2025

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