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No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos

Mar 5, 2024

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Recientemente, tuve la oportunidad de ver «La Sociedad de la Nieve», una película que narra el impactante accidente del vuelo 571 de la Fuerza Aérea Uruguaya en 1972, en la cordillera de los Andes. Un avión que transportaba a los jugadores del equipo de rugby del Old Christians Club de Montevideo se estrelló en medio de la inhóspita montaña. Los sobrevivientes, enfrentándose a condiciones extremas, lucharon por mantenerse con vida.

La película destaca diversos valores morales, éticos, religiosos y sociales, que emergen en medio de la adversidad. La solidaridad, la unión y el apoyo mutuo son pilares fundamentales que sostienen a estos sobrevivientes frente a la hostilidad de la naturaleza y la incertidumbre de la muerte. Es evidente el respeto hacia los demás, incluso más allá de la muerte, así como la resiliencia y la determinación de seguir adelante, incluso cuando todo parece perdido.

En particular, una frase pronunciada por uno de los personajes, Numa, resume este poderoso mensaje: «No hay amor más grande que el que da la vida por sus amigos». Numa, un líder natural y sabio, encarna la esencia de la amistad verdadera. Su compromiso y amor por sus compañeros fueron cruciales para mantenerlos unidos y con esperanza en las situaciones más desesperadas.

Reflexionando sobre la amistad, me compartieron un video que destaca cuatro señales para reconocer la verdadera amistad. Según este, un buen amigo se alegra sinceramente por tus éxitos, te orienta y te motiva a ser mejor persona, te dice lo que necesitas escuchar aunque no sea lo que quieres, y es la primera persona en la que piensas cuando enfrentas dificultades. La confianza mutua es clave en estas relaciones.

No podemos subestimar la importancia de elegir con quién compartimos nuestro tiempo y energía. Nuestros amigos influyen enormemente en nuestras vidas, y como seres de costumbres, tendemos a contagiarnos del ambiente que nos rodea. Es fundamental ser selectivos al entregar nuestra confianza y dedicación a los demás, como sabiamente nos enseñan nuestros abuelos: «Dime con quién andas y te diré quién eres».

Por último, me dirijo a mis amigos con gratitud. Son ustedes y mi familia quienes hacen más llevadero este camino, quienes me acompañan en los momentos de alegría y tristeza, quienes me brindan su apoyo, lealtad y amor incondicional. Sin ustedes, la vida sería más difícil y menos significativa.

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