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¿Por qué satanizar la fe?

Mar 18, 2024

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En su maniobrar el hombre ha creado leyes y normas para seguir o practicar la religión de acuerdo a sus creencias, y aunque el catolicismo es la influencia más predominante de la humanidad, con el tiempo fueron surgiendo diferentes movimientos ideológicos que han dado la posibilidad para que cada quien elija por donde quiere andar, cuando de dogmas se trata.

Las leyes diseñadas por el hombre dicen que la libertad de culto es un principio fundamental que reconoce el derecho a practicar la religión de su elección, o a no seguir ninguna, sin interferencia ni discriminación por parte de gobiernos o de otros individuos.

Por otra parte, en los documentos está consignado que las comunidades religiosas tienen derecho a construir lugares de culto y realizar actividades de fe, sin obstáculos injustificados, por lo que nadie debe ser discriminado o tratado de manera desfavorable debido a sus creencias religiosas o falta de ellas y se afirma que este principio es esencial para la convivencia pacífica y el respeto mutuo en sociedades diversas.

La religión católica tiene sus raíces en el cristianismo primitivo, que se originó en Palestina en el siglo I a.C. y se considera que la Iglesia Católica Apostólica y Romana se estableció formalmente en el siglo I con la predicación y enseñanzas de Jesucristo y sus discípulos.

El cristianismo comenzó con el ministerio de Jesucristo en Judea y Galilea alrededor del año 30 d.C. Jesús predicó el amor, la misericordia y la justicia y atrajo a seguidores, que luego se convertirían en los primeros cristianos.

La crucifixión de Jesucristo en Jerusalén alrededor del año 30 d.C. y su resurrección posterior son eventos fundamentales en la fe cristiana y estos eventos se consideran la base de la redención y salvación de la humanidad.

Después de la resurrección de Jesús, sus discípulos, conocidos como los apóstoles, comenzaron a predicar sus enseñanzas en Judea, Samaria y más allá.

Un evento crucial en los primeros años del cristianismo fue el Concilio de Jerusalén alrededor del año 50 d.C., donde se tomaron decisiones sobre la relación de los cristianos gentiles (no judíos) con las prácticas judías.

A mediados del siglo I, San Pedro, considerado el primer Papa por los católicos, estableció una comunidad cristiana en Roma y esta Iglesia se convertiría en un centro importante para la cristiandad.

En el año 313 d.C., el emperador Constantino emitió el Edicto de Milán, que otorgaba libertad religiosa a los cristianos dentro del Imperio Romano.

En el año 325 d.C. se celebró el Concilio de Nicea, convocado por Constantino para discutir y definir la doctrina con el que se inició la ortodoxia cristiana para lidiar con las controversias teológicas de la época.

A lo largo de la historia, la Iglesia Católica se convirtió en una institución poderosa y dominante en Europa, desempeñando un papel importante en la vida religiosa, cultural y política del continente, teniendo una influencia significativa hasta hoy en el mundo.

Como vemos, todos estos sistemas han sido creados por el hombre: las leyes, las doctrinas, las normas, las instituciones y demás esquemas que han seguido millones de humanos a lo largo del tiempo. Sin embargo, valdría la pena preguntarnos qué hay en nuestro interior más allá de esos documentos que prohíben o avalan X o Y creencia, y más si se tiene en cuenta que lo Divino y Espiritual es algo intangible que no se mide por articulados, leyes, concilios ni constituciones.

Las afirmaciones espirituales son las convicciones, ideas o filosofías que una persona tiene sobre aspectos trascendentales de la existencia, como el propósito de la vida, el significado de la muerte, la conexión con algo más grande que uno mismo y la naturaleza de lo Divino o lo Sagrado y tales creencias diferencian una persona de otra o están fielmente influenciadas por  la cultura, las experiencias personales y la introspección individual.

Muchos practicantes con arraigos espirituales profesan la existencia de algo más allá de lo físico y lo material, y creen en un poder superior, una energía sublime o una fuerza universal que influye en el mundo y en sus vidas.

Otros llamados espirituales están centrados en la naturaleza y la conexión íntima entre los seres vivos y lo natural; esas personas pueden ver lo Divino o lo Sagrado en las plantas, los ríos, el cielo o las nubes, por lo que buscan una armonía permanente entre mente, cuerpo, espíritu y entorno.

Las creencias espirituales a menudo incluyen reflexiones sobre el propósito de la existencia y el significado de la vida y están centradas en temas como el crecimiento personal, la entrega sin dádivas a los demás, el aprendizaje y la evolución del alma por lo que algunas presunciones incorporan prácticas como la meditación, el yoga, la atención plena y otras formas de autoexploración o auto descubrimiento, como el diálogo directo con el ser superior, permitiendo conectar con lo Supremo y encontrar paz y claridad mental.

Así las cosas y con toda la diversidad de pensamientos, es importante señalar que los practicantes de la fe católica no deben ser «matoneados» por los que piensan diferente y tienen otra clase de afirmaciones y, por el contrario, hablar de Dios o mencionar su nombre no se puede convertir en un tabú, porque lamentablemente, por temor al abucheo, millones de de seres hoy en las redes sociales se cohíben de expresar su profecía espiritual Divina en público, porque quienes no comparten su pensamiento están atentos a maltratar, ridiculizar y atropellar “satanizando la fe”, acción repugnante poco coherente a los articulados conocidos como “libertad de culto” de los que tanto se habla.

Lo más importante, a mi modo de ver, es practicar el don del amor en el servicio a los demás , la justicia, la verdad, el perdón y la reconciliación con todo aquello que proporcione un bienestar equilibrado mientras permanecemos en este período pasajero de la etapa terrenal, para estar atentos y preparados a la mudanza de vida después de la muerte.

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