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¿Todos los hombres son iguales?
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La afirmación «todos los hombres son iguales» es una generalización basada en experiencias negativas que algunas mujeres pueden haber tenido con hombres en el pasado, generalidad que no hace justicia con algunos representantes de la estirpe masculina, quienes no entienden por qué los meten a todos «en el mismo costal”.
Cada persona es única, con sus propias experiencias, personalidad, creencias y características físicas y emocionales y universalizar a todos los hombres o a cualquier grupo de individuos es inexacto y conduce a estereotipos y malentendidos, por lo que es muy aconsejable tratar a cada quien, como un ser impar, valorando sus diferencias y similitudes de manera justa.
Si una mujer ha tenido varias experiencias lesivas con hombres, que muestran comportamientos iguales como la infidelidad, falta de compromiso, manipulación, irrespeto, entre otros aspectos, puede comenzar a generalizar como una manera de protegerse emocionalmente al establecer una barrera contra futuras decepciones.
Aunque no todas las mujeres que han sido traicionadas dicen que «todos los hombres son iguales», algunas lo hacen porque la reacción de una persona a la felonía varía notoriamente, dependiendo de su personalidad, experiencias previas, y valores, porque la traición causa un dolor emocional intenso y por ello pluralizar es una forma de expresar ese sufrimiento y frustración luego de un episodio de perfidia, que refleja una especie de rechazo con todo lo que se parezca a quien hizo daño.
Es fundamental recordar que estas generalizaciones, aunque comprensibles en situaciones de padecimiento y desilusión, no reflejan la complejidad y diversidad de las personas, y menos de todos los hombres, porque muchos de ellos son también maltratados, celados injustamente, manipulados y atropellados en sus principios por algunas representantes del mal llamado sexo débil, que a decir verdad y ante actitudes como esta, de frágil no tiene nada.
Esta columna puede ser percibida como una defensa a la especie masculina, pero no es así, porque la infidelidad es un comportamiento que ocurre en cualquier género y, aunque históricamente se ha percibido que los hombres son más infieles que las mujeres, las investigaciones y estudios más recientes muestran que las tasas de promiscuidad entre ellas y ellos están más equilibradas de lo que pudiéramos imaginar.
Las normas culturales y sociales influyen mucho en cómo se percibe y reporta la infidelidad, y en algunas culturas es más aceptable para los hombres ser infieles, mientras que en otras existe igualdad de expectativas y la oportunidad a la traición varía según el entorno y las circunstancias individuales, como el lugar de trabajo, el uso de redes sociales y aplicaciones de citas que influyen hoy en la facilidad con la que alguien puede ser perjuro y caer en la tentación.
La atracción de los hombres hacia la belleza de las mujeres es un fenómeno complejo, influenciado por factores biológicos, psicológicos, culturales y sociales y aunque es común observar que muchos hombres responden positivamente a los atributos físicos de las mujeres, es importante entender que esta reacción no es una «debilidad» per se, sino una parte natural de la psicología humana.
Desde una perspectiva evolutiva, ciertos atributos físicos en las mujeres, como simetría facial, juventud, y proporciones corporales, son vistos como indicadores de salud y fertilidad, lo cual puede hacerlos más atractivos para los hombres.
La respuesta a la belleza está influenciada por hormonas como la testosterona, que aumenta la atracción sexual y la persuasión hacia la belleza está también influenciada por experiencias personales, preferencias, percepciones individuales, repetición de modelos familiares o manifestación de complejos internos por historias vistas, aprendidas y vividas.
Algunos hombres son condicionados desde una edad temprana a valorar la belleza física debido al imperio de medios de comunicación y la cultura popular y esas imágenes idealizadas de la belleza femenina en la publicidad, revistas, carátulas de cuadernos, películas y redes sociales influyen en los estándares de belleza y en cómo los hombres perciben la atracción desde temprana edad.
Aunque la apariencia física es un factor importante en la atracción inicial, muchas relaciones exitosas se basan en aspectos más profundos como la personalidad, intereses compartidos, valores y conexión emocional, y ésto resulta crucial para que los hombres reconozcan y manejen sus respuestas a la hermosura de manera responsable y respetuosa.
Ahora bien, la apariencia física de un hombre, al igual que la de una mujer, puede ser un factor de atracción, pero no es el único ni necesariamente el más importante motivo que lleve a una mujer a ser infiel, porque la infidelidad es un comportamiento complejo influenciado por una variedad de factores que van más allá de la seducción física, y al igual que los hombres, las mujeres pueden ser infieles si sienten insatisfacción emocional, sexual o en otros aspectos de su relación actual con situaciones que facilitan la infidelidad, como redes sociales, viajes de trabajo, reuniones nocturnas de integración, o entornos sociales, pueden aumentar la probabilidad de que ocurra.
La necesidad de validación y autoestima, por lo general, lleva a algunas mujeres a buscar atención y aprobación fuera de su relación actual y el imán por el compartir cotidiano, la cercanía permanente, la aceptación o el congraciar halagos, cumplidos, así como la falta de comunicación efectiva en la relación, ocasiona malentendidos, resentimientos y en ocasiones termina en infidelidad.
De todas maneras, sentir atracción física hacia otras personas es una experiencia natural y común y no necesariamente conduce a la infidelidad, porque implica una decisión consciente de actuar sobre esa fascinación de una manera que rompe los acuerdos y compromisos de una relación o los valores sobre los cuales se basa la confianza.
Ahora bien, estudios e investigaciones y algunas encuestas han mostrado que las tasas de infidelidad autoinformadas pueden ser similares entre hombres y mujeres como el análisis de la Universidad de Indiana donde se encontró que aproximadamente el 19% de los hombres y el 19% de las mujeres admitieron haber sido infieles en algún momento de sus vidas.
En las últimas décadas, la tasa de infidelidad entre mujeres ha aumentado, posiblemente debido a cambios en los roles de género y el empoderamiento económico y social de las mujeres, por lo que no se puede afirmar con certeza que una especie sea más infiel que la otra, porque el engaño es un comportamiento complejo influenciado por misceláneos factores personales, sociales y culturales por lo que resulta conveniente tratar cada caso de manera individual y no generalizar basándose en la naturaleza humana y mucho menos afirmando, con vehemencia por parte de ellas que, «todos los hombres son iguales» o de ellos que, «todas las mujeres son iguales».